Paloma Medina
-Tengo 24 años y he estado 3 veces en el Torito.
Son las palabras con las que empieza a narrar este joven su experiencia en tan terrible lugar. Nunca he estado ahí pero la fama la tiene por algo.
Si hiciera unas estadísticas o cálculos sencillos podría deducir que este joven estuvo en el torito a los 17, luego a los 19 y por último a los 22, pero no.
Alejandro Mendoza estuvo dos veces en el mismo año.
Lo contacte con el fin de poderlo entrevistar y cuando lo encontré no se negó ni por un instante pero fue claro al pedirme que no quería que lo grabara así que acepte y nos vimos en un café al sur de la ciudad.
A qué edad fue tu primer acercamiento al alcohol, Alex me respondió inmediatamente que desde los 13 pues fue en ese cumpleaños que su padre "le enseño a tomar".
Alex me platica que a los 15 años sus padres decidieron regalarle sus primer coche y para la edad que tenía confiesa haberse sentirse el rey del mundo ya que no todos tenían uno.
Riendo un poco, recuerda como todo el día en la escuela esperaba el momento de la salida para poder pasar frente al colegio y presumir su auto nuevo, que todos le dijeran que estaba increíble y que algunos más hasta un "aventón" le pidieran.
Los primeros años como conductor no fueron tan irresponsables como le hubiera gustado por temor a que sus padres le quitaran el coche, de por sí no era un excelente alumno, afirma.
Fue hasta quinto año de preparatoria que decidió estudiar en el Instituto de Humanidades y Ciencias mejor conocido como INHUMYC. Una escuela que remarcaba los valores familiares y se preocupaba por la educación pero a la vez te daba una responsabilidad que no todos a esa edad sabían manejar y era la famosa 'puerta abierta'.
En la escuela no dure ni 8 meses, no entraba a clases, no hacía tareas, no estudiaba y diario me iba a tomar con quien fuera, porque siempre había alguien que tuviera ganas un día.
A esa edad a mis amigas ya las dejaban salir y no regresar a casa tan temprano así que hable con dos de ellas y les dije que fuéramos a una fiesta, incluso les ofrecí quedarse en mi casa y las dos aceptaron, eso solo podía significar una cosa: la borrachera que nos íbamos a poner prometía mucho y por eso no querían regresar a casa.
Quedamos de vernos en un pre copeo a la altura de San Jerónimo, cuando llegue ambas estaban ahí en una mesa y ya habían pedido algo de tomar para los 3, recuerdo que no eran más de las 6 de la tarde.
Estuvimos ahí hasta las 9 de la noche, tome mis cosas listo para irnos a la fiesta y de pronto me di cuenta que una de ellas ya no estaba.
Busque a la otra, la subí al coche y le pedí que le marcara para saber donde estaba o porque no había avisado nada a nadie.
Después de varios intentos seguidos, contestó y con la voz que delataba que no estaba entera, nos dijo que se había encontrado a una prima y se fue con ella y varias veces menciono que no estaba lejos del lugar.
Yo bien pude haberla dejado ahí puesto que estaba con su familia, no me aviso nada y yo tampoco me encontraba al cien, pero me sentía responsable de ella pues aunque no sabía donde había inventado que dormiría, la verdad era que se quedaría en mi casa y si algo le sucedía esa noche me sentiría muy culpable así que insistimos un par de veces más para conseguir la dirección donde estaba e ir por ella.
Al llegar, salió rápidamente de la casa que en efecto, estaba cerca del bar.
Se subió y nos pidió una disculpa por la vuelta que habíamos dado y entre el olor a cigarro y las vueltas por encontrarla yo, me sentía pero cada vez.
Maneje hasta periférico, otra vez pasamos por el bar, y como no estaba poniendo mucha atención me equivoque y no tome la salida correcta así que llegue hasta Avenida Toluca, solo pensaba: quiero llegar a la fiesta ya, y seguir tomando porque no quiero que se me baje.
Hoy lo pienso y de verdad digo que es una estupidez que a esa edad sepamos que estamos mal y en lugar de bajarle queramos seguir tomando, además no estaba deprimido, no había cortado con nadie, no tenía razones suficientes para hacer eso, pero lo peor es que siempre lo hacía.
Al subir por la Avenida no tuve ni tiempo de pensar en un plan B, el retén del alcoholímetro había cerrado toda la calle por donde subía, todos sin excepción seriamos cuestionados.
- Buenas noches joven.
-Buenas noches oficial.
-¿Cuantas se tomo hoy?.
-Nada oficial como cree, si ya hasta voy a dejarlas.
-Usted huele mucho a alcohol le voy a pedir su licencia.
-Tome
La ve como 2 minutos o tal vez fue que yo lo sentí eterno pues solo quería librarla.
-Descienda del vehículo
Y en este punto, la verdad es que no me negué. Para mi suerte traía la camioneta de mi mamá, no quería poner más nervioso a mis amigas así que lo hice rápido pero por dentro sabía que me estaba entregando pues no había forma de negar todo lo que había tomado, casi no podía hablar bien.
-Sopla aquí.
-Sopla otra vez
Y sí, sople.
Tiempo después cuando muchos amigos se enteraron de lo que había pasado no me bajaban de un estúpido por haber soplado dos veces pero es que tanta fue mi confianza de pensar que nunca me pasaría algo así "hay que estar muy tonto para que te suceda", que ni siquiera me tome la molestia de investigar como funcionaba o si estaban haciendo bien el proceso conmigo.
-No lo pasa, joven
Y yo sin un centavo en la cartera, me acerque a la camioneta y les pedí dinero a mis amigas, apenas juntábamos 450 y solo pensaba que no saldría del problema.
Regrese a la camioneta de los policías quienes no tardaron ni 5 minutos en llegar, me subieron y me llevaban al torito.
En el camino no podía dejar de pensar en mis amigas, que iban a hacer o como lo iban a solucionar, me quede tranquilo porque sabía que tenían dinero suficiente y que probablemente ante el susto ya se les había bajado la borrachera.
Tardamos casi 3 horas en llegar al Torito, porque como para ahorrar gasolina, la patrulla en la que iba se detenía en cada reten a nuestro paso y así me dieron las 3:40 am.
Baje de la patrulla un poco más sobrio, y en la entrada había personas que más tarde supe se hacían llamar 'coyotes' quienes gritaban sin pena que por 1000 pesos te ahorraban la pena de esperar allá adentro.
Pocos lo pagaban.
Entré, me tomaron un par de fotografías, me pidieron mis pertenencias, celular, cartera, reloj etc y mis datos.
Paso una hora en la que yo me encontraba arrinconado, con miedo y gente que llegaba mucho peor que yo, algunos con aspecto de no tener un coche y no es por discriminarlos, de verdad no creo que tuvieran uno.
Cuando por fin pude llamar a mis padres ellos un poco tranquilos me dijeron que ya se lo habían imaginado al ver la hora y que no contestaba el celular, no me iban a regañar por teléfono así que mi padre solo me dijo: en un rato voy para allá.
Tal vez me dijo eso para pasar más tiempo ahí y aprender la lección.
En el lugar había borrachos y sobrios, unos vomitados otros durmiendo, otros ya hasta se habían hecho del baño, un lugar asqueroso.
De memoria ya me sabía el cartel pegado frente a mi celda donde te explicaban cuando surgió ese lugar, fue en 1958 construido en lo que en ese entonces era Tacuba y que ha recibido a más de 8mil personas, yo creo que ya son muchas más ahorita.
LLegó mi padre, me sacó de ahí, subimos al coche y lo primero que hizo fue: ¿Dónde está la camioneta?. No supe que decir, me quede mudo y afirme que mis amigas se la habían llevado.
Las otras dos veces que he estado ahí, una fue con mi padre y la otra con un amigo, pero al menos solo ya no.
Hace casi 3 años que no voy a ese lugar, cada vez está en peores condiciones como si lo hicieran a propósito, tengo amigos que dicen que ya no es como antes y que siguen cayendo fin con fin de semana.
Así que ni el alcohol y mucho menos al torito los puedo llamar amigos, solo somos viejos conocidos.